Bajo un cielo despejado
retoñó una flor naranja
y al abrirse por completo
desprendió una jirafa.
La jirafa entre besos
me dejó una vieja carta
que decía que se iba
a pasear con La Mulata.
Me quedé sola en la noche
y al tener que despertar
me encontré con una gata
experta en abrazar.
La princesa querida
que veo noche y día,
que llora día y noche
para que sirva la comida.
De abrigo amarillo se vestía
elegante y presumida
estiraba una pata
y me dejaba una herida.
Hoy la extraño cada día,
y cuando vuelvo ni me mira.
Ven, pequeña, que te quiero,
quiero que sigas en mi vida.