viernes, 24 de mayo de 2013

Mi terrible yo (parte1)- Ileana Elizabeth Hernández Chávez

Me siento sola.
Todo aquello que llenaba mi mundo de vida parece salir salir corriendo por la ventana del silencio. Apenas empiezo a intentar ser parte se una sociedad y me encuentro encerrada en las 4 paredes de mi criterio; me encierro en mí misma porque no encuentro motivos para adentrarme a una sociedad incompetente y prácticamente marchita.
Suena el teléfono móvil, vibrando y perturbando la paz que tanto disfrutaba en la oscuridad de mi habitación. Miro la pantalla, que parece no haber guardado la configuración respecto a su molesto brillo que ya había disminuido días antes. Al menos es algo bueno; un mensaje de mi mejor amigo pidiendo que fuera a su casa para ayudarle con un pequeño problema que no podía resolver... Mentecato... No hay problema que no pueda resolverse, la vida es muy fácil y él se la complica, pero no me quejo, al menos hace que me ocupe en algo y que salga un poco de mi rutina.
Camino aparentemente sin destino, y me encuentro con una cafetería donde el ambiente es tan incómodo que no me atrevo a entrar y continúo caminando rumbo a casa de Luis; él debe ofrecerme al menos una taza de café, y si no lo hace es un irrespetuoso malagradecido y tendré que pedirla yo misma, e incluso exigirla, tal vez deba prepararla yo.
Llego al edificio en donde se encuentra el departamento de Luis, entro y saludo al portero, que me conoce muy bien, pues es como mi segunda casa. Llamo a la puerta y espero una respuesta pero no la recibo, vuelvo a tocar, espero dos minutos y no logro escuchar siquiera un sonido que de señas de vida. ¡Qué tonto es! de seguro olvidó que vendría. Saco el móvil y busco su nombre entre mis contactos y me apresuro a llamarle, espero hasta donde alcanza mi paciencia y cuelgo; no contesta. no sé si preocuparme o enojarme. Bajo a preguntarle al portero si ha visto salir a Luis y me dice que no ha salido en toda la mañana. Regreso al departamento de mi amigo y empiezo a tocar la puerta con fuerza e insistencia, hasta que opto por sacar la llave que él me ha dado sin importarme su privacidad. Entro, todo está tan calmado que empiezo a dudar si es él el que vive ahí, y si no se ha mudado sin avisar. Exploro cada una de las habitaciones, pero no está. Entro al baño. ¡Vaya que es idiota! ¿Quién se queda dormido en el baño? Corro hacia la tina y grito:
-¡Tonto! ¿Qué haces ahí? -no responde- ¿sabes que estuve tocando como loca?
Me siento asustada. Lo veo imperturbable.
-¡Luis! ¡Despierta, carajo!- le grito mientras lo sacudo.