jueves, 23 de julio de 2015

Te amo - Ileana Hernández

EG. ¿Me cantas una canción?
Me gustan tus labios, no sabes cuánto amo mirarlos.
Me gustas.
Cuando me hablas me siento feliz, cuando te miro me siento feliz, en pocas palabras: a tu lado soy feliz. Susúrrame al oído.
Te amo. Tu voz es preciosa, tu risa me encanta.
Lloro de alegría.
Te amo.
Quiero estar a tu lado.
SIEMPRE.
Te amo.

miércoles, 15 de julio de 2015

El viaje de quién sabe quién - Ileana Elizabeth Hernández Chávez *título provisional*

Caí y no tuve la oportunidad de detenerme de nada. Caí al suelo frío, pero no me dolió el golpe. No es como que todos los días caiga 6 metros hasta un cuarto oscuro sin hacer ruido, y sin dolor por un brusco aterrizaje, pero no me sorprendo. 
Me siento como Alicia a su llegada al "País de las Maravillas".  Espero no encogerme por comer un pastelillo.
Se prende una luz ligera de pronto, haciendo un "clic", es raro, porque no hay focos.
¡Una cocina!
Me gusta cocinar y ahora tengo la cocina perfecta: una estufa con un gran horno, condimentos por montón, muchos trastes y utensilios, además de un enorme refrigerador lleno de verduras, frutas, carne y demás, incluso hay varios recetarios. ¡Esto tengo que contárselo a mi mamá!
Busco la puerta porque, ya que todo es diferente, no tengo ni idea de dónde está. La luz no llega muy bien a las paredes, por lo que tengo que acercarme para poder ver. Después de recorrer las cuatro paredes varias veces llego a una terrible conclusión: ¡No hay puerta! ¡¿Quién demonios diseña una cocina sin puerta?!
Ya que al parecer estoy encerrada me voy a entretener un poco. Tomo un recetario.

·         2 tazas de azúcar estándar
·         1 3/4 tazas de harina
·         3/4 taza de cocoa en polvo
·         1 1/2 cucharaditas de polvo para hornear
·         1 1/2 cucharaditas de bicarbonato de sodio
·         1 cucharadita de sal
·         2 huevos
·         1 taza de leche
·         1/2 taza de aceite vegetal
·         2 cucharaditas de esencia de vainilla
·         1 taza de agua hirviendo


¡Voy a hacer un pastel de chocolate! Amo el chocolate.
Voy a poner manos a la obra, pero sucede que: los huevos se parten, la harina, el azúcar, la cocoa y otros ingredientes se miden. 
Esto no es divertido. Quiero cocinar un pastel, para entretenerme un poco, claro... ¡Pero se cocina solo! Estoy segura de que muchas personas querrían esta "maravillosa" cocina, pero YO NO. ¿Qué tiene de interesante una cocina en la que no puedo cocinar? Y no hay puerta.

El pastel está en el horno, la mesa hecha un desastre. Me dispongo a recoger el desorden cuando los trastes se recogen de la mesa y empiezan a lavarse. Ahora resulta que ni siquiera puedo limpiar. 

La mesa ahora está vacía y yo muero de aburrimiento. Para "no hacer nada" el lugar más cómodo es una cama, y aquí no hay una, obviamente.

Lo muebles son lo único que parece no tener vida. Me acuesto en la mesa, porque estoy segura de que no intentará tirarme. 

Estoy boca arriba y el techo de pronto se ilumina por completo, como diciendo "contémplame". Hay una manchitas cafés en una esquina, son tres: dos pequeños puntitos que parecen haberse despeinado y una mancha más grande. De pronto los puntitos empiezan a moverse, como jugando a las atrapadas, atraviesan el todo el techo varias veces, hasta que la mancha grande se hace de mayor tamaño y vibra, podría jurar que incluso cambió de color a un rojo tenue. Las manchitas regresan a su lugar lentamente y la iluminación vuelve a disminuir.

Regreso la mirada a la parte del techo que está arriba de mí y veo una bolita blanca pendiendo de un de un cordón. Me paro sobre la mesa para alcanzarlo y de repente se mueve un poco, por lo que pierdo el equilibrio por un momento. En mi mente escucho "No pongas tus pies ahí!". Es la voz de mi conciencia.

Intento alcanzar la bolita parándome de puntas y estirándome tanto como puedo. La mesa empieza a moverse de nuevo y justo cuando estoy a punto de perder e equilibrio logro jalar la bolita, y con el impulso que ya tengo doy un paso hacia atrás mientras una escalera cae sobre la mesa, dejándola quieta.

Un ático, al parecer, pero más que eso, es una oportunidad de aventura o por lo menos de salir de aquí. Subo la escalera ansiosa y entro en el aún más oscuro espacio en que solo puedo entrar gateando.

Uno pensaría que estaría lleno de polvo, pero estaba impecable. Me arrastro por el largo de lo que pensé que era un ático. Estoy a punto de chocar cuando algo (mi mente), me dice que gira a la derecha. Después de un rato de completa oscuridad el camino empieza a aclarar. Llega un punto en el que tengo que cerrar los ojos por la intensidad de la luz. 

Se me acaba el camino y caigo sobre unos arbustos. Me sacudo la ropa.  

He llegado a un pequeño jardín. Los muros de piedra están cubiertos por enredaderas, y el suelo por verde pasto, salvo por un pasillo de piedra que abarca el ancho del jardín y sobre el cual hay un bebedero de aves.

A mi derecha hay unas niñas, sentadas en lo más alto del muro. Tienen más o menos mi edad,  y largos cabellos castaños. Están una junto a la otra, llorando mientras se arrancan mechones de cabello y tejen una escalera con él. 

Las observo fascinada por su trabajo, pero me pongo triste al pensar en el sacrificio que éste implica. Terminan rápidamente.

-Es hermoso lo que han hecho- les digo.

Al parecer no se habían dado cuenta de mi presencia, y al notarla se asustaron. Brincan hacia el otro lado del muro con rapidez y dejan colgada la escalera.

Me acerco a la obra y la toco, es suave. Doy un tirón para comprobar su resistencia. Está bien hecha y perfectamente sujeta al muro. Puedo subir por ella.

Al terminar de subir me doy cuenta de que en realidad he estado en un hoyo, y que la casa ha sido construida por debajo del nivel del suelo. Al rededor está cubierto de pasto muy bien recortado. Hay una puertecita  en el suelo, por donde seguramente las niñas escaparon.  A unos 100 metros hay un bosque espeso, tanto que se ve negriazul en la profundidad. Sin embargo, el frente es de un verde bondadoso y seductor. 

Aquél bosque tiene árboles larguiruchos y árboles regordetes. En el verde espacio llano sobresalen unas dispersas florecitas moradas que se mueven con el viento. El ambiente es tranquilo y reconfortante.

Camino la mitad de la distancia que me separa del bosque, me acuesto sobre la hierba, cierro los ojos y empiezo a cantar. 

Una mañana después de un día feliz, 
mi mami me dijo "hija, ven aquí". 
Dejé los frijoles a medio limpiar, 
después que la cebolla me hiciera llorar.
"Mi hija, pequeña, nos tenemos que ir,
en este lugar no podemos vivir" 

No recuerdo el resto de la letra.

Me quedé dormida cuando canté. Ahora, al despertar, me encuentro con un libro viejo sobre mi pecho.  Era un libro forrado de piel, pintada de azul turquesa, en el frente estaba pintada una mujer muy bella con un enorme y hermoso vestido, sentada en una silla muy elegante 

*Sin terminar*

lunes, 6 de julio de 2015

Viendo atrás (como a dos pasos) - Ileana Hernández

Y si me preguntas ahora:
¡Me arrepiento tanto!

En algún momento pensé que estaba loca, que había escogido mal, que estaba obsesionada y por ello me quedaba. Pero ahora que te veo, mi amor, no puedo evitar querer gritar perdón, por alejar mi vista de ti y acercarla a alguien más.
¿Podría encontrar en este mundo, en esta vida, a alguien mejor que tú? ¿O por lo menos, a alguien como tú?
¡Imposible!
QUÉDATE CONMIGO.